No tiene nada de malo marchar, pero nuestras protestas son, hasta ahora, platónicas. Cuando la protesta es pacífica y débil, el gobierno hace lo que le conviene sin preocuparse de las necesidades populares. Pero cuando la protesta cobra vida y se hace insistente y amenazadora, el gobierno cede o recurre a la represión. Pero la represión repercute, naturalmente, en la insurrección, pues ningún pueblo aguanta vejámenes por siempre, y el gobierno, según sea más o menos clarividente, terminará por ceder ante el peligro inminente de la insurrección generalizada. ¿Qué es la insurrección generalizada? La insurrección de todo el pueblo sublevado en su conjunto. Al igual que la marcha pacífica, un puñado de personas fácilmente criminalizables en los medios, por los ídolos y las banderas que levantan, poco y nada ayudan en la conquista de los derechos. Imaginen una marcha como las pasadas contra el TPP, con unos dos mil asistentes. Imaginen ahora que esos dos mil levantan y defienden barricadas en toda la ciudad, cantando, gritando, y haciendo sonar sus tambores. Trabajadores, oficinistas, estudiantes, pensionados: la ciudad entera se hace parte de la protesta. El gobierno acabará por ceder, no tiene otra salida.
Si el gobierno no cede, el pueblo acaba por rebelarse. Pero si el gobierno cede, el pueblo adquiere confianza en sí mismo y empieza a pedir cada vez más, hasta que los intereses de las personas y los del gobierno se hacen incompatibles. Esta hora histórica es la revolución, ha ocurrido antes, y volverá a ocurrir.
Marchas, sí. Pero con insurrección donde participe la ciudadanía entera.
El cómo llegamos a ese estadío es un asunto completamente distinto, sin embargo. Algunos argumentarán que las personas en su conjunto no están materialmente preparadas para levantar una lucha así. Yo pienso que las personas se sublevan en masa cuando uno de sus intereses personales se ve quebrantado. Este, lamentablemente, no es el caso con el TPP.