Adicional a eso, la mayoría de los independientes en este momento tienen posibilidades extremadamente bajas de ganarle a alguien que vaya por un partido político a la convención.

Básicamente estas elecciones se llevarán a cabo con el mismo mecanismo que las presidenciales, congresales y municipales: por distritos. Cada distrito está conformado por una serie de comunas, como bien sabrán, y en cada distrito cada partido, cada coalición o cada independiente debe lanzar una candidatura. Los 155 ganadores de estos distritos conformarán la convención constituyente que redactará la constitución.

Pues bien, en primer lugar, de acuerdo a la ley 21.200 que regula las reformas constitucionales, los independientes tienen que juntar 7.000 firmas de personas que no militen en partidos y que los apoyen para recién poder lanzar una candidatura. Olvídate de lanzar a la presidenta de la junta de vecinos, o a tu profesor de historia, que bien pueden ser personas muy honradas y capaces, pero simplemente no cuentan con la visibilidad necesaria para juntar 7.000 firmas y para que luego voten más personas por ellos en su distrito que por los candidatos de partidos y coaliciones contra los que se enfrentarán. Necesariamente los independientes tienen que ser figuras de la farándula para poder tener una posibilidad de competir en la papeleta. Necesitan atraer mucha visibilidad y lamentablemente los desconocidos no tienen esa capacidad, menos aún financieramente hablando como para poder competir contra los recursos de una campaña partidista.

En segundo lugar, la misma ley estipula que los candidatos independientes no pueden formar coaliciones ni alianzas con otros candidatos independientes. Esto no tiene ningún sentido porque los partidos sí pueden conformar coaliciones y así juntar muchos más votos sin el menor esfuerzo. Hay dos grandes coaliciones de hecho, Alianza y Nueva Mayoría, pero los partidos independientes se pueden unir también como el PEV y el PH por ejemplo; este escenario le deja aún menos posibilidades a un independiente de hacer oir su voz.

Y al final está la gran traba, también estipulada por la ley 21.200, de los quórums de 2/3 para aprobar la nueva constitución, que era lo que mencionaba en otro papiro. Básicamente de 155 personas que van a conformar la convención constitucional, 103 tienen que votar a favor para que recién pase a ser votada en un plebiscito donde la ciudadanía la aprobará o rechazará en 2023. Esto significa que si 55 personas de esa convención estuvieran en contra de la nueva constitución, se vetaría y no se aprobaría, habría que desecharla y empezar a negociar con los que la rechazaron, o descartar el proceso por completo. Básicamente si 1/3 de la convención está conformada por políticos de la Nueva Mayoría, de la Alianza, por fachos o por personas tibias que vayan a abstenerse a la hora de votar, entonces caga todo. Y como explicaba antes, están todas las condiciones para que más de 1/3 de los candidatos vayan a ser precisamente eso, porque son los que tienen más posibilidades de salir.

Y ni hablar de las listas dentro de cada coalición... Otra traba más.

Aprovecho de comentar que la ley 21.200 es absolutamente antidemocrática e ilegítima bajo numerosos estándares internacionales que el gobierno de Chile se pasa por el culo. No tiene razón de ser, es una ley explícitamente concebida para que la constitución no se pudiera modificar, o para que esas modificaciones si llegaran a pasar fueran a afectar lo menos posible los privilegios que reposan sobre esta constitución.

Gente, tengamos optimismo. Que la historia haga lo suyo.

Es que no basta con el optimismo po, si quedándose sentado esperando a que todo salga bien es puro regalarse.

Baradit po conchetumare.