La mente recuerda las cosas más extrañas.

Por ejemplo, casi no tengo memoria de lo que hicimos aquella noche, ni de a dónde fuimos exactamente, pero puedo recrear de manera perfecta tu perfil, abrigada, pero con el cuello y la cabeza despejada, y con una radiante rubia cola de caballo, exhalando vapor por el frío que hacía.

Me pregunto, ¿Te quería ya en ese entonces?, sé que en algún punto te odié, pero eventualmente eso cambió, quizás fue en ese momento exacto, y por eso es que lo puedo recordar.

Más adelante llegó el tiempo de odiarte, y de odiarte a matar, con rabia y agresividad. Ahora, te quiero de nuevo y te extraño.

Sí, sé que suena indeciso y bastante estúpido. Quizás no lo debería haber dicho. Mi mente piensa un montón de trivialdades, y además, piensa también que está pensando trivialdades, y cuando me siento tonto, me pongo a hablar de ello.

Menos vueltas, la cosa es que te quiero. Te quiero mucho, y daría lo que fuera por verte de nuevo. Pero también tu recuerdo me calienta mucho. Cuando pienso en ti, a veces me dan ganas de enterrartela por el culo, mientras estrujo las pocas tetas que tienes y te agarro de la cola del pelo. Me dan ganas de tomar tu bella cabeza y usarla para mi placer bruscamente, dejarte llorando y escupiendo mis fluidos. Me dan ganas de ser el destructor de tu ser, es muy bello para existir.

Pero aún así te quiero, y espero que estés bien. Te imagino feliz, con un marido, una hija y un perro.

Te deseo suerte.

Atte.
El tipo que te preguntó la hora el 2006.