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VIPPER poniéndole weno como siempre
: 17/08/16(mie)27:08:56
Hace un tiempo estaba en la plaza, sentado, fumándome un pito, y noto que había en la banca de al frente un niño sentado mirándome.
Estuvo largo rato mirándome, yo me sentí incómodo porque nunca me gusta cuando me miran los niños mientras fumo, pero no alcancé a guardar el pito cuando me llamó un amigo, y me olvidé del niño.
Quería tripas mi amigo, me pidió que le hiciera la mano. Estuvimos largo rato conversando y al final colgué y me puse a revisar el whatsapp.
De pronto escucho que me saluda la voz de un niño, y era el que había estado sentado frente a mí. Me shockeó que me hablara un niño de la nada y no avispé mucho, y él empezó a hablar:
-Oye, te escuché hablando por teléfono y hacer una transacción con LSD. Yo tengo un laboratorio, te puedo hacer LSD y te los vendo a buen precio y tú los distribuyes, ¿Qué dices?
Era la situación más rara que me podría haber pasado en esa tarde, y estuve un buen rato pensando si estaba soñando, loco, tripiado o qué sé yo, pero el niño hablaba en serio.
Al parecer el niño ya estaba en la universidad, a pesar de tener apenas 9, y quería ganar desesperadamente dinero por algún motivo.
No comprendo hoy en día, pero en el momento el niño logró convencerme e hicimos los arreglos.
La primera tanda me la dejó grátis, para que ganara plata y después poder comprarle. Todo bien con las ventas, era un buen negocio y nadie sospecharía de mí y menos del niño, sólo mis amigos sabían que vendía LSD. Negocio redondo.
Pero con el tiempo, fui descubriendo que el pendejo estaba sinceramente rayado del mate. Aparte de su obsesividad con los estudios, era conservador a cagar y tenía visiones políticas bien definidas, a pesar de que despreciaba toda la política moderna, era moralista a cagar. Además, era tremendamente misógino, y cuando hablaba con él, sentía que la mitad de nuestras conversaciones eran él odiando a las mujeres de alguna forma.
Y un día descubrí por qué. El pendejo vivía sólo con la madre, y al parecer a la madre no le importaba nada su hijo, y no le extrañaba que se juntara con un adulto como yo, así que tenía que estar loca ella también.
Un día mientras trabajaba con el pendejo, acordando temas de plata y de drogas, vino la mamá. Tenía la media raja, las caderas anchas y las nalgas se le movían cuando caminaba, ayudado por los shorts cortos con los que andaba. Arriba tenía una blusa escotada y apretada, que hacía que casi se le desbordaran las dos montañas que tenía por tetas, y se le marcaran claramente los pezones.
-Wachito, deja a este pendejo acá y vámonos para mi pieza.
Yo la ignoraba. Quería con todas ganas ir, pero no quería que el pendejo se molestara y cagaran todos mis negocios. Quería agarrarme ese cuerpazo, pero la plata era más importante. Para mi sorpresa, el cabro en un momento me dijo:
-Ya, no me servís de nada tan desconcentrado, anda a tirártela y vuelve en una hora.
Quedé en shock, pero mi pene agarró papa al tiro, así que me la fui a tirar. Creo que nunca había disfrutado tanto un poto.
Nunca más nos vimos. Nunca más me llamó, su número dejó de existir y se cambió de casa. Nunca entendí lo que pasó, pero fue un buen negocio.