>>967Espero sinceramente que los científicos que combaten el insomnio perpetuo estén contemplando esta representación deslucida, insignificante, vacua, nesciente y digna de quedar registrada como el punto más bajo, es decir, el mínimo absoluto de la curva del tipo dignidad humana. Es lógico que ni el júbilo ni la risa hagan acto de presencia en este espectáculo, la hilaridad queda patas arriba si los encargados de enaltecerla son los abogados de la humillación: los bufones ávidos de retribución.
Estos números carecen por completo de hilaridad, su proceder es el arte de lo absurdo, grotesco, ridículo, acefálico y por ello desdeñable, vomitivo, nauseabundo y adyacente al sentimiento de oprobio y vergüenza ajena. Estos aedos no hacen reír, más bien hacen reflexionar sobre lo bajo que puede llegar la condición humana si tras ello se encuentra una dádiva. Estos histriones son una parte del hato limosnero y carente de inventiva que chalanean con su dignidad a cambio de las viejas monedas.
Este espectáculo es la nada, es el pernicioso acto de elevar lo insignificante al plano de la relevancia; es el teatro del absurdo pero sin talento, ni dignidad, es el mismo en su versión sórdida y plagada de chocarrería e imbecilidades. Sin embargo, en lugar de ser esputado este bodrio mediático, este recibe loas y vítores.