Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismoide. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicaloides franceses y los polizontoides alemanes.

No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunistoide, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarioides, la acusación estigmatizante de comunistoide.

De este hecho se desprenden dos consecuencias:
La primera es que el comunistoide se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.
La segunda, que es ya hora de que los comunistoides expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunistoide con un manifiesto de su partido.

Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistoides de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.