Otra vez las feministas me oprimieron en la calle. Salí con mi madre (mi única amiga mujer, a pesar de ser una feminista mujer privilegiada) para celebrar que los pacos no me metieron en cana por la feminista loca intolerante del otro día en el bar que decía que le había roto una botella en la cabeza, la culiá enferma mentirosa, que ella misma se hizo esa herida en la cabeza para culparme porque es una intolerante culiá que odia a los hombres. Bueno, en fin, decidí fingir demencia siguiendo el ejemplo de mi General el Augustito, que en paz descanse. El juez me declaró como enfermo mental severo, obviamente porque es un comunista aliado feminista al servicio del sistema feminista comunista cultural marxista imperante que quiere subyugar toda oposición a su régimen haitiano. Ahora estoy en libertad condicional. Debo ir al psiquiatra al menos 3 veces al mes.

Hice que la feminista de mi madre me llevara al mejor restaurante de las condes, llamado "Le Claudiá", para celebrar mi triunfo sobre el sistema feminista castrista. La velada transcurrió tranquila, yo le explicaba a mi madre que ella era una feminista culiá intolerante que creía merecer todo mi respeto por el simple hecho de tener vagina. Como es natural en estos energúmeros alienados por el sistema feminista marica colombiano, ella parecía molestarse más cada vez que le recalcaba lo privilegiada que era por ser mujer y feminista. Al final de la noche su cara de molestia era notable, es lo que se produce en estos seres cuando un hombre heterosexual les da una muestra de la píldora roja. La cuenta llegó, la feminista culiá se negó a pagarla, me miró y me dijo: " a ver cuánto vai a tener que pagar por todo esto, hijo, bueno igual gracias por la invitación, estuvo rico, ahora paga y vámonos rápido porque tengo que ir a lavar ese pegamento que se derramó en tus calzones de Touhou Project, recuerda que la lavadora se descompuso". Me quedé perplejo, yo apretaba mis puños bajo la mesa, mi cuello estaba tieso, mis dientes crujían dentro de mi boca, mis ojos parecían iban a salir de sus órbitas, otra vez la opresión feminista mostraba sus moradas garras hiriéndome de gravedad con ellas. En esta posición, sentado, sin poder articular movimiento alguno, sin parpadear un solo segundo, respondí sin rodeos a la feminista inconsecuente "¿piensas que porque eres una anciana feminista y privilegiada puedes obligarme a pagar la cuenta? No soy tu cajero automático, perra culiá, no le debo nada... Absolutamente nada... No le debo absolutamente nada a tu vagina feminista culiá privilegiada e inconsecuente", la opresión feminista que sentía en ese momento era demasiado fuerte, tanto que comencé a llorar frente a todos mientras gritaba "¡EL FEMINISMO ME MANTIENE VIRGEN, EL FEMINISMO ME OPRIME!" una y otra otra vez, finalmente salí del restaurante corriendo, escapando de la opresión feminista que mi madre ejercía sobre mí.

Vine a casa evitando tener que hablar con cualquier feminista marxista cultural, mi madre no ha regresado, debe haber ido a buscar a otras feministas para idear nuevas formas de oprimirme con su ideología de género.