Melancolía por tiempos cibernéticos mejores, parte I.

El fascismo intelectual de la clase política. Olvidamos que por muchos años fueron uno de los temas prohibidos en muchos grupos en la red de redes. Las guerras de llamas saboteaban las discusiones y desviaban el tema y viciaban el ambiente con humo tóxico. Ahora precidamente se usa mucho esa palabra para señalar individuos como fuentes del problema cuando se trata de un problema colectivo. Recordando las viejas normas, lejos de los siniestros "códigos de conducta", eran simples y claras: los temas que causen problemas de convivencia en muchos sitios de discusión no orientados específicamente para ello quedan prohibidos en el grupo. Estos convierten a las personas y sacan a relucir la cara más fanática e irracional de la persona, a destacar: política, religión y público deportivo. Este último se va reemplazando rápidamente con el mundo de los videojuegos, que se convierte en otra olla de grillos social que nadie podría haber esperado que sucediera, aunque en algunas sociedades llegan a las manos en otros temas como farándula, la situación todavía no ha causado estragos.

Segmentar las temáticas y que no tiemble el pulso en proponer políticas de grupo específicas para ese grupo en particular, ni te vuelve elitista, ni conspirador, ni judío, ni masón, o el comodín político de moda: ni fascista. Todo es fascismo. Nada es fascismo. Con el fascismo no se negocia, se le destruye (con más fascismo). Como colofón, no aceptes códigos de conducta de terceros: diles que la política no se toca en ese grupo.