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Crítico despiadado de todo lo existente
: 10/08/21(mar)01:16:37
ID:waALrl8d0
Consideremos cómo habría sido una pandemia como la actual hace 10-15 años, sin las plataformas de redes adoptadas por todo el mundo, el ancho de banda, la logística de entregas de comida y otros productos a la puerta de tu casa, medios y entretención, todo esto hizo posible un tipo de "confinamiento" mientras se aseguraba la reproducción de la sociedad burguesa. Es un desafío poder discutir de esto cuando todo está tan controlado, envenenado y censurado. Podemos fácilmente obviar el elefante en la habitación al limitar nuestra conversación a "infraestructuras de vigilancia" en lugar del más general e insidioso envolvimiento tecnosocial que ha acelerado rápidamente.
Me sorprendí enterarme al conversar sinceramente con gente (aristocracia obrera) que a pesar de toda la conveniencia de ser capaces de "seguir las normas" mientras trabajaban remotamente, recibían su sueldo, veían netflix, jugaban, recibían comida en su casa, etc, su definición del año 2020 se reducía a una palabra que todos repetían: traumático.
Aunque mi primera reacción fue mirar hacia el cielo por su falta de criticidad de sus situaciones, creo que hay algo que se puede aprender de esto. La incorporeidad tecnológica de las relaciones sociales lleva a un tipo particular de victimización; uno que se parece al que uno sufre en una relación abusiva, donde la víctima se vuelve cada vez más incapaz de valorar, aprender o responder a sus experiencias y se vuelve cómplice en su propio abuso mediante una percibida falta de voluntad.
Similarmente, cuando este fenómeno emerge o es incorporado en estructuras más complejas, como instituciones o familias, el efecto es aún más cosificado mediante dependencia, complicidad y más ciclos abusivos. Recientemente estuve meditando sobre dos diferentes experencias con la muerte y la pena. Ambos fueron funerales de familiares, uno de los cuales pude estar presente, y el otro tuve que atenderlo remotamente por internet. Hubo algo sanador e incomprensible sobre el poder estar presente junto al cuerpo de mi familiar muerto expuesto en frente mío, un entendimiento instintivo de que "él no está aquí", el cual fue complementado por otro entendimiento; "pero nosotros sí".
Mi experiencia con el funeral remoto fue por otro lado completamente definido por mi propia incorporeidad y ausencia, en lugar de la de mi familiar fallecido. No hubo espacio para que la pena pasar a ser sanación o ratificación, en su lugar convirtió lo que sería un momento íntimo con otros en un recuerdo final de insuperable desconexión. Creo que mi punto es que, ya sea un efecto de funciones diseñadas deliberadamente o procedencias militares/capitalistas, este estilo de borrado e in/corporeidad se siente fundamental en cómo nuestras comunidades y cognición están siendo activamente reestructuradas actualmente. Después de pasar tanto tiempo incapaces de hacer algo tan simple y esencial como abrazar a alguien, se siente más difícil considerar cuánto nuestras ideas de identidad y de relaciones han cambiado.
Siguiendo esta idea viene una redirección perversa de nuestra re/encarnación hacia mayor digitalización; una subjetivización biopolítica emergente donde ya sea la persona y su participación no está definida por su presencia en la vida real sino que por la consolidación y primacía de enormes y diversos conjuntos de datos. Estos datasets no terminan en la piel; las particularidades de una huella dactical, de un iris, de la voz o de cómo se camina no son suficientes. Bajo esta lógica el cuerpo mismo debe ser convertido en datos y firmado criptográficamente. Esto
¿Y no es asqueroso saber que, al hospedar el video de la pena de tu familia, los sysops se quedaron con una copia y la vendieron por dinero?
La nueva vigilancia, por muy sofisticada que es, tiene un solo objetivo predecible: el interior de tu casa. Los interiores siempre fueron un límite. Por mucho tiempo, al menos en teoría, era el último lugar donde podíamos estar sin que la policía te pudiera ver o entrar libremente, las cámaras de circuitos cerrados no podían ver a través de nuestras cortinas, los satélites espías no podían grabar a través de nuestros techos, el sonido no podía viajar con facilidad al exterior; nuestro comportamiento era, al menos más que en las calles o en el trabajo, nuestro, o tal vez estaba bajo el dominio de la tiranía privada de la familia. La tecnología para vigilar a millones en 1990 estaba más cercana al año 0 que al año 2020. Era especializada y carísima, cosas de la CIA. Pero hoy los interiores de las masas están bajo vigilancia igual o incluso mayor que afuera en las calles. Ese ha sido el gran cambio. El límite está siendo disuelto. El blanco específico de las políticas del coronavirus fue la pérdida del interior a la vigilancia, y el desarrollo de técnicas que promovieran no querer salir.
La verdad la primera vez que escuché sobre Zoom fue en 2015, en un taller anarquista hospedando laboratorios de "contracultura". Ellos estaban (y al parecer siguen haciéndolo) intentando abrir el código de una cepa de E.coli que produce insulina. Estaba esperando conocer a gente que tendiera un poco a la izquierda, excepto que este laboratorio estaba grabando todas sus actividades con "Zoom", y a mi juicio, servía como un vector de vigilancia del edificio entero, lleno de jóvenes radicales. Fui a una fiesta con pizza y una sesión introductoria, vi cámaras por todas partes, y chao. ¿Por qué me ofrecería a ser vigilado? Desconozco el alcance de Zoom antes del covid fuera de esto, pero hace 18 meses, cuando el enemigo necesitaba una forma de vigilarnos a puertas cerradas, Zoom ya había sido probado y listo para usar. Para eso le pagaron a la aristocracia obrera/pequeña burguesía: instala, configura y corre este sistema de vigilancia interna, bajo la amenaza de perder el trabajo. Cuando le hablas a los que trabajan remotamente, está claro que a nadie le pagaban para reproducir la sociedad humana. Les estaban pagando para estar en Zoom.
Si tu proyecto es vigilancia del interior de una casa, tienes que superar ciertos desafíos técnicos, los cuales la burguesía ha logrado con éxito. La vigilancia corporal y de interiores necesida ser capaz de capturar luz, ruido y presencia, en cada casa individualmente. Eso significa 1 o más micrófonos y 1 o más cámaras por espacio cerrado. No es realista para el enemigo intentar hacer esto de manera encubierta. Primero, para capturar y transmitir datos de vigilancia, las máquinas necesitan electricidad y además no pueden estar tapadas. Así que el desafío no es esconder cámaras en el toilet de cada persona, porque los encontraríamos fácilmente y nos sublevaríamos. El verdadero desafío es legitimizarlo ante el público, el desafío es social, hacer que las masas acaten. El modelo de smartphones de esto, convencer a las masas a cargar su propio aparato de vigilancia cada día, es juntar vigilancia con consumo: juegos adictivos, tu vida sexual, redes sociales, comida y transporte. El modelo del covid es volverlo un prerrequisito para recibir un sueldo. Grosso modo, si no dejas a la burguesía que te vea dentro de tu casa, entonces pierdes la casa. Si eres un niño en la escuela, estás siendo entrenado para mostrarle tu casa a todos. La última parte es particularmente importante porque todo esto necesita ser actualizado cada generación. Puedes tener la mejor base de datos de los gustos de consumidores, marcha, huellas, etc. y en 80 años no significará nada. Una vez que las redes están listas, la tecnología de baterías es suficiente, los micrófonos pueden detectar sonido de 30 metros, las cámaras están en 4K: entonces llega el desafío social de implementar y normalizar.
Para mí es obvio que la respuesta a la pandemia fue un ensayo deliberado y coordinaro del nuevo interior.