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historia(s) (18 respuestas)

1 : otaria flavescens- ◆AhxnyfW4kU : 08/05/16(dom)26:37:07

Hay una tenue luz de sol, pero es esa hora donde el sol aún no despunta sobre las montañas. Abre los ojos apenas, con algo de modorra, pero dura poco, la luz ayuda bastante, el frío no.
10 días allí ya le sirven para saber que la cama que le han dado está muy bien suplida para el frío: aún en las crudas mañanas, es muy acogedora. No así su pieza, o cualquiera de la aldea para tal efecto, el frío parece ser omnipresente entre las paredes de barro y los techos de pajas y latas. Pero nadie realmente se preocupa, salvo los viejos madrugadores y aquellos que requieren empezar sus tareas antes del alba, todos parecen tener por acuerdo levantarse al pasar el frío. Deben ser las 7 o algo así.

Hace trece días ya, cayó la Ballena Herrante en la cual viajaban hacia Baja Cupria. Su madre, el navegante y otro pasajero más murieron en el impacto, el ayudante y ella sobrevivieron de milagro, ella en parte debido al abrazo de su madre y mucha suerte; el ayudante, por otra parte, no tuvo tanta suerte y agonizó un día y medio antes de dejar el mundo.
No era gran consuelo sobrevivir. No en el medio del desierto: los salvajes son los únicos que merodean esas extensiones sin aeronaves, los navegantes no bajan en el desierto si no es armados y el gobierno no va a armar una expedición de navegantes sólo por un viejo cascarrabias y una cantinera y su hija. Los navegantes se apegan a su código y si el mismo dice que deben vivir bajo el agua un año, lo harán así mueran en el intento. La muerte es cosa segura en estas situaciones.
Mordiendo la pena y el dolor, rebuscó en los restos del naufragio cuanto pudo cargar: agua, abrigo, el equipo para hacer fuego y la poca comida que había. Durante el viaje era posible ver el mar y el ayudante le mencionó que debía llegar a alguna caleta en la costa si quería sobrevivir. Parecía muy fácil antes de que muriera.
Viajar todo el día sin sombra ni amparo no parecía tan terrible como la noche que se avecinaba. Salvo sus ropas, no había combustible para un fuego; salvo una roca de sal, no había nada para el viento. Entregada a su destino decidió arrebujarse en las mantas y esconderse en un pequeño agujerobajo la roca, por lo que empezó a cavar, lo que brindó algo de calor a la luz de un frío atardecer de mil colores. Inmersa en su tarea tardó en notar al grupo que se acercaba.
Un viejo alto, un niño moreno de blanca sonrisa, una señora de largas trenzas y 3 llamasmansas se acercaron decididos.

-Tenia razón Tata, eran huellas frescas-murmuró el enano. El viejo aprobó oscamente, esperaba equivocarse.
-Es una niña no mas- se compadeció la vieja- esperen aquí-dijo adelantándose.

Tomada por sorpresa, se levantó de un salto, blandiendo el peñazco que le servía de pala. Sólo los salvajes merodean el desierto sin aeronaves y los salvajes...
-Venías en la Ballena de allá?
-...- No hay que hablar con salvajes...
-Los vimos caer antes de ayer, estaban en nuestro camino y pasamos a ver si habían sobrevivido
-...-
-Mmm, no sobrevivirás el desierto sola y lo sabes. No puedo dejarte aquí a tu suerte y lo sé. Somos los único humanos por aquí ahora, así que sólo te queda confiar- dijo alzando los hombros y volviendo a su grupo- Acampamos hoy aquí.
El viejo se encogió de hombros a su vez, juntó a las llamas y empezó a descargar. El niño tomaba los atados, los abría y empezaba a montar algo parecido a una tienda. La vieja tomó un atado de leños y prendió un fuego, puso una olla y echó a cocer algo. Entrampado en las varas de la tienda, el pequeño hizo un fingido ademán de ira y se dirigió hacia la pequeña.
-Si vas a dormir aquí, me vas a ayudar- le sonrió
-Yo no...
-Blah blah blah, no es difícil... no para dos personas, ven, toma esto y sostenlo mientras yo agarro esto- en un sólo movimiento la había tomado de la mano y llevado cerca del fuego mientras le pasaba los parantes y le indicaba como montar la tienda- y si amarras aquí contra el viento es mejor; ahora sólo hay que cubrir con un poco de arena. Hay que dejar abierto aquí para que entre el calor del fuego, luego cerramos.
Terminada la tarea el pequeño la tomó de la mano y le hizo sentarse a su lado bajo la tienda y enfrentando el fuego. El viejo apiñó los animales cerca de ellos en torno al fuego para guarecerse del frío mientras la señora revolvía la humeante olla que olía a verduras, carne y...¿comino?
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