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Crítico despiadado de todo lo existente
: 23/07/19(mar)01:07:14
ID:iG3RYo6N0
Estoy leyendo "La epidemia de la rabia en España". Un zine que aborda el momento en el que el movimiento insurrecionalista tomó forma, a raíz de varias cosas pero que se puede simplificar en que la CNT se desligó y no apoyó a unos presos que habían atacado un banco. A partir de ahí muchos anarquistas se dieron cuenta de que la CNT era pura verborrea revolucionaria bien cómoda en su rinconcito del lado del poder. He aquí unos párrafos que llamaron sobremanera mi atención:
No sabemos en Italia, pero en el caso español el "rebelde" del ideal insurrecionalista era un héroe trágico. Su heroísmo reisidía en el esfuerzo continuado por liberarse de cualquier adherencia sistémica. Su tragedia derivaba de las consecuencias prácticas y directas de semejante compromiso, y de una relación de fuerzas tan dispar que no dejaba lugar a esperanza alguna. El "sistema era una sombra que golpear, el pretexto que ponía en marcha la personal odisea del individuo en lucha. De ahí que tantos escritos nacidos de esta corriente, hasta hoy mismo, estén plagados de imperativas exhortaciones a la acción, a la ruptura violenta de las rutinas cotidianas, a la "coherencia", a la autosuperación para escapar del rebaño, a vencer el miedo, etcétera.
Este "individuo en lucha", carente de orientación estratégica y de puntos de referencia colectivos, estaba obligado a buscar las motivaciones de su rebelión en su propio interior. Así se inició un significativo deslizamiento existencialista, claramente apreciable en muchos textos y panfletos, y en particular en los de aquellos que siguieron la estela de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias. La rabiosa retórica habitual de los textos, comunicados y panfletos comenzó a llenarse de una lírica subjetivista de la peor especie. Se citaba indiscriminadamente, y casi siempre de segunda mano, a cualquier autor con aureola de maldito. Pero se recurría sobre todo a lo peor de la Internacional Situacionista, esto es, al misticismo hedonista de Vaneigem. El libro (¿?) Afilando nuestras vidas, editado por la FIJL en 2003 resulta un buen testimonio de este estado de confusión mental colectivo, yuxtaposición de muchas confusiones individuales. El siguiente paso lógico era la apología del nihilismo, de la irracionalidad y hasta del suicidio, expresada por publicaciones cada vez más ilegibles y autorreferenciales.
Por otra parte, aunque en los textos más elaborados de insurrecionalismo se había puesto buen cuidado en matizar que "acción" no significaba necesariamente acción violenta o ilegal, lo cierto es que su apología de la acción en sí y para sí condujo a un fetichismo de la violencia que valoraba la acción ilegal por encima de cualquier otra. Este fetichismo se hacía claramente visible en las ilustraciones de los diversos boletines, plagadas de molotovs y de armas de fuego. Fetichismo tanto más triste por cuanto el nivel de violencia realmente ejercido nunca estuvo a la altura de los llamamientos retóricos a una violencia cataclísmica, desaforada, total, que haría tabla rasa con todo y no dejaría títere con cabeza[12]
12. Como no queremos plagar el texto de comillas, haremos la obligatoria aclaración ritual: aquí empleamos el término "violencia" sin ninguna intencionalidad moralizante ni condena implícita hacia quien decide llevar la lucha fuera de los márgenes legales. E igual que no condenamos a priori el empleo de la fuerza sobre personas o cosas en el contexto de la guerra social, tampoco lo exaltamos como si contuviera alguna virtud inmanente que pudiera desligarse de cada situación concreta.