Un año de entre no hace muchos, donde la asistencia es con invitación y está en un lugar exclusivo, alejado de la prensa, se reúnen un grupo de personas, donde recuerdo la siguiente anécdota:
- Creo que ya va siendo hora de cambiar un poco el rumbo del clásico concepto de clases que existe desde la revolución industrial, estimados.
Mientras tomaba un pequeño aperitivo junto con su bebida, otros de los asistentes continuó:
- Bueno, en los tiempos que corren tras la globalización parece que ya no sea tan necesario, ya que el sector secundario se ha movido a países cuyo sistema económico se maquilla como el ideal para las clases trabajadoras según la filosofía que siguen en su cultura heredada.
- Tiene usted razón, de hecho el sector servicios no encaja tanto en el aspecto ideológico y estético con respecto a lo que era el concepto obrero, sin embargo se dan todavía casos de sindicalismo que poco a poco ha ido adaptándose a la existencia del terciario ya consolidado en nuestras economías.
Otra persona, que estaba terminando un canapé, aparece en escena.
- Buen provecho y disculpen la intromisión, quería dejar mis dos céntimos al respecto. Como usted bien apunta, la conciencia de clase puede adaptarse a sectores y nuevas generaciones, ya que se puede propagar a todas las culturas, como ya vimos durante el siglo XX, donde llegó hasta la parte más lejana de Asia, a pesar de ser una cultura muy distinta a la europea y más aún en aquellos tiempos.
- Gracias. Claro, al ser un concepto intangible se desplaza más rápido incluso que nuestras propias instalaciones a ultramar. Además las telecomunicaciones facilitan la difusión de las ideas de forma más precisa.
- Un placer. Ahí está dando una buena aproximación, aunque con el auge de Internet y ahora con esos teléfonos que no tienen cables sino una antena, esas redes llamadas GSM, todavía se facilita más la comunicación instantáneas sin ni tan siquiera tener que ir a un café de Internet o conectarse con un módem. Es un hecho que esta tecnología llegará a globalizarse y ahí sí tendremos un riesgo, donde las ideas llegarán a todo el mundo como en propagación viral, en el momento en el que suficientes personas tengan uno de estos aparatos en su bolsillo.
El primer interlocutor que inició la conversación sobre cambiar el rumbo cambió sus facciones a unas de mayor preocupación, agregando:
- Demonios, tiene las ideas bastante claras, todavía me está preocupando más con lo que nos está contando usted. Parece que vamos a tener que unirnos en lobby o invertir más en relaciones públicas, esta vez a escala global, si no hay manera de controlar los medios de comunicación como hasta ahora.
Tras degustar un segundo canapé, el participante que se unió a la conversación se limpia las manos con una servilleta de papel y saca un bolígrafo del bolsillo interno de su chaqueta, a la vez que toma otra servilleta limpia.
- Señores, permítanme mostrarles gráficamente una propuesta que un think-tank afín nos ha presentado para los próximos años y que trata de afrontar lo que ellos llaman el control de masas en el ciberespacio.
- ¿Ciberespacio? ¿Como el de Gibson? - preguntó el primer interlocutor.
- Al parecer. El asunto es que han estudiado los comportamientos y hábitos de los primeros usuarios digitales de Internet, donde muestran de forma anónima sus sentimientos, reacciones, ideas políticas, etc. en BBS, Usenet, IRC y otros servicios que funcionan como una sociedad en red, pero con canales abiertos para estudiarlos. Esto ha permitido analizar los perfiles sociológicos de cientos de ellos y compararlos con su forma de actuar, relacionarse y tomar decisiones.
- Me está usted sorprendiendo de sobremanera. - espetó el segundo participante.
- Tras depurar los datos, cruzarlos y compararlos con hábitos del mundo real, no solamente encajaban sino que proporcionaban más información. Había algo clave: al tratarse de espacios sociales abiertos, interactuar con ellos los convierte en vectores de información. Al principio habíamos descartado los hábitos de consumo de pornografía y de flirteos por chats e IRC por poco relevantes, sin embargo tras mucho divagar y buscar puntos débiles en la estructura social, descubrimos ciertos comportamientos que permitían, tras varios experimentos y metáforas sociales, poder detonar mecanismos infalibles y relativamente duraderos para mantenerlos controlados sin que llegaran a consensos que afecten a nuestros intereses.
- Cuéntenos más... por cierto, ¿para qué es la servilleta? - preguntó el segundo interlocutor.
Dibujó un conjunto de círculos con flechas y cruces, luego en otra parte de la servilleta agrupándolos y delimitándolos en círculos enormes que los rodeaban.
- Aquí estamos nosotros. - dibujó en el centro del papel un círculo con una cruz perfecta en el centro.
- ¿Qué diablos es esto? - dijo sorprendido el primer participante.