Una sonrisa nostálgica iluminaba lánguidamente su rostro mientras leía el antiguo manuscrito, consiente de que el quinceañero atendía más a su escote que a la narración.

Necesito escribir esto, sacarlo de mi pecho. No sé si alguien lo leerá, definitivamente no creo que tú lo leas, pero tal vez, de algún modo, mis palabras lleguen a ti.
Sé que no nos despedimos del mejor ánimo y no creo que me quieras volver a ver después de lo que hablamos, y no te culpo fui duro contigo aunque el error fue mío. Pero hace 5 años, todo era diferente, si no te hablaba, era porque no quería, si no te iba a ver, era por no gastarme unas cochinas lucas, de gusto; si renegaba de ir a verte, era por mi propia amargura de no saber enfrentar el pasado. Natales? un vuelo y listo. Dos si estaba más al norte, todo en el mismo día. Pero ahora todo es distinto, al único tipo que ví atravesar el desierto, le tomó casi un mes en su bicicleta y varios de preparación, comida y agua son cosas que no abundan. Llegar más al sur de Puerto Montt es una odisea, se dice que ya nadie queda en el sur y que la Tierra ha reclamado lo suyo con fuerza.
Me gustaría verte y decir que lo siento, que debí haber hecho más por verte, por estar contigo. Sé que no fui suficiente, pero debí crecer para serlo en vez de sentarme a llorar porque no me pescabas. Quiero oír tu risa una vez más.
Hace años que las radios no funcionan, si acaso alguien logra encender una, sólo la estática llega. Nadie sabe qué pasa fuera de sus barreras naturales. Nadie ha venido de la Argentina en años, del Perú no se ha escuchado una palabra si quiera, desde El Apagón, cualquier noticia con más de 100km es un tesoro, tesoro que por lo general viene cargado de maldiciones. Las antiguas ciudades del desierto sucumbieron al hambre y la incertidumbre, el sur sólo tardó más en hacerlo, acaso fue más terrible, pues los breves y brutales feudos que prosperaron unos meses prontamente llamaron revueltas y peleas, para que inexorablemente el hambre los consumiera. Salvo un par de caseríos aislados aquí y allá, no queda rastro de lo que solía ser una gran civilización. Sin atención médica, sin Energías, sin el Complejo Industrial, el ritmo de vida sufrió un daño irreparable. Los más débiles murieron, rápida y dolorosamente los afortunados, el resto, tuvo lenta agonía.
Recuerdo las tardes en el puerto, mirando al mar, fumando caños, riendo de cómo gente como nosotros no debería vivir, genéticamente incapacitados, milagros de la ciencia si se quiere. Eres fuerte, al menos más que yo, por eso aún te escribo...sé que vives, en alguna parte. Yo? La suerte es lo mío, aún no pierdo mis lentes, aunque ya son rayas con aumento si me preguntas.
Hace ya tres meses que viajo con un Coya, somos parte de los nómades, que al fin del día son los que más han sobrevivido. Es como si los asentamientos llamaran la mala suerte; los enfermos llegan y no se van... y pronto suman más a sus filas. Y si no los reciben, pronto el odio y el miedo hacen su trabajo. Y tú siempre con ese estúpido corazón grande...ojalá te haya salvado de más problemas en los que te ha metido.
No sé como terminar esto, es bastante largo para una carta, muy corto para dos y definitivamente, una burla al servicio postal: sin dirección del destinatario conocida, sin remitente registrado, sin estampillas, puta, si ni cartero hay que la lleve.
Sé que estás ahí, no sé si te veré, pero, por favor, aguanta. Se dura, se inteligente, se amable. Sabes que los tiempos son difíciles y que ya nada será igual, pero, pase lo que pase, aprendimos de lo mejor que hubo en nuestros tiempos, por favor, que no se te pudra el corazón.
Te quiero, te deseo lo mejor y espero volverte a ver.

Tuyo por siempre-

Los ojos del chico acusaban pena por ella, más no su postura. El escote, en un lejano segundo plano no era rival para los recuerdos en su mente. Si no fuera por el escenario actual, poco creería los garabatos que veía en esos papeles. Pero ciertamente, los antiguos fueron lo que ella contaba. Extrañas y graciosas piezas de metal se arrumaban sin sentido en esa casa de hormigón revestida en musgo y plantas, todas siendo roídas sin prisa ni pausa por un óxido omnipresente. Él mismo tenía gente que extrañar, según los mayores de su clan, debido a lo mismo, era lo que llamaban un Hijo del Apagón. Ella parecía ser una Antigua, pero se movía como cualquier nómada y se veía bastante joven.
Un chasquido seco lo sacó de su meditación: un chillido familiar y el arrastrar de tablas y hebillas acusaba la victoria en la faena. Rápidamente cercaron al coipo para no perderlo y se acercaron para cogerlo. Con una tranquila elegancia, la mujer tomó de su cinto un un cuchillo verijero, tomó al animal por la cabeza y le cortó la garganta de forma limpia y rápida. El chico acercó una cantimplora de plástico transparente donde desangraron el animal.
-Al menos esta vez fuiste capaz de no hacer ruido; esta noche podremos comer carne y nos quedará para unos días. Con algo de suerte, en unos días podremos llegar a la nieve.
El chico se ruborizó al recordar su error la ocasión anterior y omitió los comentarios. En cambio, hizo una torpe reverencia mezclada con un encoger de hombros y se retiró a buscar algo de madera seca.